Desde hace más de 50 años ella se dedica a cuidar de chimpancés, quienes desaparecen por que…
Cuando Jane Goodall tenía 26 años, su jefe Louis Leakey la destinó a estudiar las conductas de los chimpancés a Gombe, una Reserva de Tanzania, por que creía que eso lo ayudaría a entender cómo se comportaban nuestros antepasados en la Era de Piedra.
Según él, ella era su mejor candidata para llevar este desafío, ya que intuía que sus colegas científicos estaban demasiado sesgados por sus teorías de manual. En cambio, Jane era una genuina apasionada por los primates que los observaría sin ningún tipo de filtro… lo que nunca hubiera imaginado es que esta chiquita llegaría a asentar el estudio presencial de los chimpancés más extenso de la historia.
¡Nada la hizo más plena que dejarlo todo por adentrarse en la selva! Siendo fines de la década del 50, era inconcebible que una chica se hiciera parte de una sociedad tan diversa a la occidental, por lo que su mamá, quien siempre confió en ella, la acompañó en la aventura … e incluso terminó prestando ayuda médica a los habitantes de la zona.
Goodall se la pasó meses tomando notas y aprendiendo de los hábitos de los monos a la distancia y con binoculares, porque no era más que una simple extranjera entre ellos. “Era el único animal extraño ahí”, dice recordando la frustración que le causaba que le huyeran ya que eso le impedía aprender con el detalle que anhelaba.
Fue un macho adulto el que se acostumbró a su cercanía y, de ese modo, Jane llegó al resto de los monos y en este momento ella se fusionó con la Naturaleza de forma tal que se sintió una más entre todos, cumpliendo así con su sueño. “Cuanto más me unía a los animales y a su Ecosistema, más me conectaba conmigo misma, por que entraba en sintonía con un gran poder que había alrededor”, confiesa.
Encontró en cada uno de ellos personalidades muy singulares, vio que llevaban una cualidad tan esencial como humana, que era su constante necesidad de estar en contacto físico con el otro y ser comunidad. A destacar: adivinó que tenían uso de razón, por lo que sí se asemejan al ser humano, cosa que nunca se hubiera animado a plantear un universitario en esa época… pero, como decíamos, Jane no tenía estudios y en su observación no había prejuicios.
“En aspectos positivos y negativos, a cada rato veía semejanzas en su genética y la nuestra”, observa. Vio que fabricaban herramientas para comer, lo que revolucionó a la prensa e investigadores, además de ser sumamente empáticos: notó que sienten gran tristeza por la muerte de sus pares, incluso (no todo es color de rosas) llegan a generar bandos y mostrar mucha brutalidad entre ellos.
Jane ve en ellos a nuestros antepasados y siente una profunda pena al notar que desaparecen año a año, a causa de epidemias, la caza y deforestación: en 1900 supo haber 1 millón y hoy en día tan solo 340 mil. Por eso, se propuso concientizar a las nuevas generaciones en la importancia de preservarlos mediante su fundación, Roots and Shoots, con la cual convoca al mundo entero a cuidar de su hábitat y salud.
Así, desde 1986, no reside en un mismo lugar por más de 3 semanas seguidas, educando y asesorando con su incomparable conocimiento a cada grupo humano en estos propósitos… en fin, dándole voz a los miembros de esta especie, quienes carecen de la posibilidad de comunicarse por sus propios medios. ¡Es una verdadera luchadora del equilibrio de nuestro Planeta!
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