Una gran mancha roja en imágenes satélitales, situada en el continente africano, desvió durante unos días de agosto la preocupación mundial por los grandes fuegos de la Amazonia. La NASA dio a conocer a través del Mapa de Información sobre Incendios para la Gestión de Recursos (FIRMS, por sus siglas en inglés) un hacinamiento de incendios en países del sur de la cuenca del Congo, conformada por nueve naciones.
Datos de Weather Source registraron en un lapso de 48 horas 6.902 incendios en Angola y 3.395 en la República Democrática del Congo; cifras superiores a los 2.127 fuegos que se identificaron en Brasil en ese mismo periodo.
Sin embargo, tal y como apuntan varios investigadores, las consecuencias de estas llamas no son comparables a las que están destruyendo la selva amazónica. “Las imágenes satelitales son impactantes, pero la mayoría son fuegos controlados provocados por los mismos campesinos”, asegura el técnico en ingeniería agrícola y director de la organización ruandesa MSAADA, Damascene Ntambara.
Quemar el suelo para volver a sembrar en él es una de las prácticas más comunes en la agricultura tradicional de esa región. Es lo que se conoce como la tala y quema. Según comenta Laura Daphrin, responsable de proyectos en África en el Centro de Estudios Rurales y Agricultura Internacional (CERAI), “esta costumbre consiste en talar y quemar la parcela y dejarla descansar una veintena de años para que vuelva a crecer el bosque y, con las cenizas, se fertilice el suelo de nuevo. Muchos agricultores africanos siguen ejerciendo esta técnica porque es económica y no disponen de alternativas más sofisticadas”.
Aunque la mayoría de ellos sean controlados, los incendios del África subsahariana representan el 70% del área quemada en el Planeta, según sostiene la Agencia Espacial Europea. Además, el mismo organismo afirma que los incendios suponen entre el 25% y el 35% del total de las emisiones anuales de gases contaminantes.
“La cultura agrícola dice que las cenizas fertilizan el suelo pero, al mismo tiempo, estos incendios provocan una emisión de gases de efecto invernadero y una destrucción de microorganismos del suelo, como la flora bacteriana” explica Miguel Ángel Soto, biólogo y responsable de la campaña de bosques de Greenpeace España.
“Se pueden cuestionar estas técnicas agrícolas, pero sus consecuencias no se deben comparar con lo que está ocurriendo en el Amazonas. No es lo mismo quemar un bosque tropical lleno de árboles de entre 30 y 50 metros repletos de biomasa que un terreno con restos agrícolas. Cuánta más vegetación se quema, más dióxido de carbono se emite a la atmosfera”, concluye.
Como sea, hay quienes afirman que en algunos casos, la tala y quema también se usa como método para la expansión de zonas agrícolas a expensas del bosque tropical y es uno de los grandes motores de la deforestación en la zona, junto con la extracción de leñas y carbón. Sin dudas, un mecanismo que debe reverse por la preservación medioambiental.
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Fuentes: El Periódico, Bloomberg, Infobae.
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