El agua traza sus caminos como si fueran venas que atraviesan el Planeta, desprendiendo materiales inorgánicos de montañas, desiertos y llanuras. De esta forma el agua confluye en los mares haciendo que éstos sean grandes recaudadores de minerales. En consecuencia, la resultante sal marina contiene absolutamente todo lo que nuestro cuerpo necesita para estar sano.
Además de aportar un sabor mucho más intenso a las comidas, carga más elementos beneficiosos para la salud que la sal de mesa que, al refinarse, pierde muchas propiedades y termina constituyéndose solamente por cloro (Cl) y sodio (Na). Sabemos que, si éste se consume en altas dosis, obstruye los vasos sanguíneos causando hipertensión.
La verdad es que, habiendo tantos alimentos que ya lo contienen en bastante cantidad (sobre todo los lácteos, pescados, enlatados); no es muy positivo agregarnos mucho más de este mineral ingiriendo la sal. De hecho, lo mejor será optar por aquellos alimentos bajos en sodio como las frutas, verduras o el agua no mineralizada.
En cambio, técnicamente la sal marina natural contiene 92 minerales esenciales, entre ellos, un componente super importante para regular nuestras hormonas y metabolismo como el Yodo. Este tipo de sal sí permite a los líquidos traspasar sin trabas las membranas del organismo, las paredes de los vasos sanguíneos, efecto que no se da en la sal de mesa y que por eso nos deshidrata.
¡Es una elección bastante simple de tomar, ya que la vas a encontrar en cualquier dietética! Y, en definitiva, si le pedimos a nuestro cuerpo largas rutinas de trabajo, disfrutamos del deporte o al menos esperamos tener buena salud, lo mejor será complementar todo lo que necesita para lograrlo y, por lo tanto, libera durante el día, ingiriendo los minerales que nos aporten más vitalidad 😀
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