Muchos tendemos a pensar que la respuesta es sí. Pero si hacemos un poco de historia, encontramos que el fenómeno cartonero se remonta a mucho tiempo atrás; inclusive antes de los 90. Catalogados de distintas maneras, los recolectores informales de residuos han existido desde que existen los desechos. La práctica cartonera es una vieja práctica que ha subsistido tanto a las diversas modalidades que el Estado ha empleado en el manejo de los residuos, como a las oscilaciones y vicisitudes de la demanda de la industria de materiales reciclables (Schamber 2007).
En los tiempos coloniales, el tratamiento de los residuos era absolutamente privado, los vecinos quemaban o enterraban sus residuos en el patio de su casa, o en espacios abiertos dónde se juntaban varios vecinos. A partir de varias epidemias – cólera (1.867) y fiebre amarilla (1.871) – se formalizó esta práctica y los sitios de quema de residuos se dispusieron en las afueras de la ciudad, y este lugar se conoció como ¨La Quema¨. Si bien la basura era considerada como un agente de contaminación, ya se empezaba a percibir su valor como insumo económico. Así es que empiezan a surgir los ¨Empresarios de la basura¨ (concesionarios del derecho exclusivo a seleccionar los materiales útiles de la basura y quemar el resto) y los primeros “rebuscadores de residuos”, quienes intentaban quedárselos antes que los carros municipales los trasladasen hacia La Quema. Alrededor de La Quema, comenzó a formarse un barrio, conocido como ¨ “Barrio de las Ranas” o “Pueblo de las Latas” ¨ dónde, alrededor de 3000 personas vivían de revolver la basura en busca de telas, papeles, vidrios y huesos, para venderlos luego a los acopiadores de la zona. Es entonces cuando surge el término ciruja: Como recolectaban muchos huesos, el término se les fue dado como analogía a la práctica de los médicos (cirujanos de la basura).
Luego se intentó cambiar la gestión de los residuos: de La Quema, a usinas cerradas, pero el Estado no pudo luchar contra el fenómeno que se venía gestando y el proyecto fracasó, sin embargo, la Usina siguió siendo el sistema declarado como oficial para el tratamiento de los residuos. Ya en 1945 se declaraba sobre el trabajo de los cirujas: “un trabajo antihigiénico y psicológicamente depresivo por su naturaleza sucia”.
En 1977, se crea el CEAMSE (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado) y se inició la disposición regional de residuos en rellenos sanitarios. En este tiempo, la gestión militar prohibió la actividad de recuperación y aprovechamiento de los residuos reciclables, señalando que el único destino de los residuos eran los rellenos sanitarios. Con el objetivo de hacer de Buenos Aires una ¨ciudad residencial¨, tanto los residuos como los barrios marginales fueron relocalizados a tierras de los municipios en la provincia. La indiscriminada apertura económica y la consecuente desindustrialización nacional que impuso la dictadura militar (Schvarzer, 1998), debilitaron los circuitos de recuperación locales mientras los rellenos sanitarios se colmaban y se iban extendiendo nociones vinculadas al reciclaje.
Es hacia fines de los noventa que el fenómeno cartonero alcanza una dimensión nunca antes percibida. La inflexible implementación de políticas públicas derivadas de la doctrina neoliberal produjo dramáticas transformaciones estructurales. La tasa de desocupación de la totalidad de los conglomerados urbanos del país alcanzó un record histórico. En este contexto los cartoneros, cirujas, recuperadores informales fueron reconocidos como la expresión del desempleo y la exclusión social. Su número fue incrementando a la par del aumento del nivel de desempleo y la imposibilidad de encontrar una fuente de ingreso en otros trabajos informales (vendedores ambulantes, trabajos esporádicos, etc).
Hacia 2001 se suma otro factor clave para la recuperación de residuos, ya no sólo es la falta de empleo, sino que también aumenta el precio de los materiales reciclables consecuencia de la devaluación y la abrupta caída de las importaciones de esos elementos (que son commodities), lo que significó un fuerte estímulo para que se incorporen a esta actividad muchas nuevas voluntades.
Muchas voluntades se sumaron a la actividad después de una prolongada e inútil búsqueda de empleo. Deambulando por fábricas y obras de construcción perseguían una ¨changa¨, y así se fue constituyendo su recorrido. Estas nuevas voluntades, ¨nuevos cartoneros¨ se cruzaban con los ¨cirujas estructurales¨ aquellos que practican la actividad cartonera desde los tiempos coloniales. Para ellos el cirujeo es una actividad heredada y la forma en que sus familias han subsistido desde que tienen memoria.
A partir del 2002 el fenómeno cartonero empieza a llamar la atención, no sólo de los vecinos, sino también de los medios de comunicación, de los agentes políticos y de muchas otras organizaciones. Comienzan a realizarse encuentros y reuniones para debatir la gestión de los residuos y el rol de los cartoneros. Y también empiezan a desarrollarse eventos para o sobre los cartoneros, instancias que contribuyeron a instalar el debate sobre esta problemática en la agenda pública. En el 2002, los furgones de la empresa Trenes de Buenos Aires (TBA) que parten de José León Suárez (Gran Buenos Aires) con destino a la estación terminal de Retiro (Ciudad de Buenos Aires) comenzaron a colmarse de recuperadores. Ante la imposibilidad de contener este fenómeno y la dificultad de prohibirlo, y ante la solicitud de la propia organización de recuperadores, la empresa ferroviaria ofreció un tren reservado en el que los vagones estarían destinados exclusivamente al transporte de los cartoneros y sus carros. Este tren, fue reconocido como el “Tren Blanco” (García, 2007; Schamber 2007 y 2008).
En búsqueda de mejores rendimientos y contención, los nuevos cartoneros y los cartoneros estructurales comienzan a reunirse en cooperativas. Cooperativas que desde su formación lucharon para obtener beneficios y mejores condiciones de trabajo, y sobre todo, para que se los reconozcan como un actor clave en la gestión de residuos. Esta lucha incesante los ha llevado a conquistar muchas de sus metas (como nos cuenta Rodrigo en la nota sobre cooperativas).
Si bien son reconocidos como un solo agente, las cooperativas cartoneras son muy diversas. Los integrantes de las mismas tienen vidas distintas, motivos distintos por los cuales practican la recolección de residuos reciclables, y diferentes trayectorias. Pero como dice Cristina Lezcano (directora de la cooperativa ¨El Ceibo¨), todos luchan por un objetivo común. En una visita a la cooperativa, en el 2012, Cristina y su equipo nos contaron historias sobre su desarrollo y crecimiento como cooperativa, sus logros y sus luchas. Hoy en día, al igual que muchas otras cooperativas cuentan con su propio galpón de clasificación. Allí, llega el material que los miembros colectan puerta a puerta y lo clasifican según los distintos materiales, luego los compactan y los venden. Actualmente están trabajando en nuevos proyectos de reutilización de diversos materiales que nos son reciclables. Como señala uno los ingenieros que están trabajando en el proyecto ¨Cualquier material puede ser reciclado, pero un material es reciclable si hay un circuito productivo que puede tomarlo como insumo¨.
Así, el fenómeno cartonero es un fenómeno que crece día a día, aún hay muchas preguntas alrededor de los recuperadores de residuos reciclables, ¨si bien la crisis que estalló en 2001 reconfiguró la imagen del cartonero en imaginario social y le asignó una serie de valores positivos tales como pobre pero digno, trabajador honrado o reciclador de residuos, lo cierto es que instaló la temática pero sin fijarle un criterio definido en torno a su figura y al perfil de su labor, constituyendo un sujeto social que hasta hoy continúa con un estatus difuso en la estructura social. Concretamente, ¿qué es un cartonero en la mirada social? ¿Un pobre, un trabajador, un recuperador o un marginal? (Paiva y Pelerman 2008)
Y cabe destacar, que un Desarrollo Sustentable, implica tres pilares: Económico, Ambiental, y Social. Así que, para todos los recicladores, integrar a las cooperativas o al cartonero del barrio, es ir hacia el desarrollo sustentable!
Adaptado de: Una paroximación histórica y estrusctural sobre el fenómeno cartonero en Bueno Aires. Continuidad y nuevas oportunidades entre la gestión de residuos y la industria del reciclaje. Pablo J. Schamber. http://www.mininterior.gov.ar/asuntos_politicos_y_alectorales/incap/clases/Paper_Schamber-1.pdf
Bibliografía consultada: Recolección y recuperación informal de residuos. La perspectiva de la teoría ambiental y de las políticas públicas. Ciudad de Buenos Aires 2001-2007. Verónica Paiva y Mariano Perelman.
http://arq.unne.edu.ar/publicaciones/cuaderno_urbano/cu_7/archivos/pdf/paiva_perelman.pdf
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