Existe un arte tradicional japonés llamado Kintsukuroi, que consiste en reparar objetos de cerámica rota. Ellos se distancian del prejuicio general de que lo dañado se vuelve feo o inservible al sostener que, si algo sufrió un contratiempo, significa que cuenta con una historia y eso mismo lo hace valioso.
Lo que parece paradójico es que el resultado es un elemento más fuerte que el original, es decir, que fue esa reconstrucción la que lo hizo más sólido. Es por eso que, en lugar de tratar de ocultar los defectos y grietas, las acentúan y celebran rellenándolas con oro.
A todos quienes también se sienten empujados a evitar descartar pertenencias tan solo por estar averiadas, creyendo que “siempre es posible encontrarle una vuelta para darle otro uso”, les contamos que esta práctica solo se vincula con una virtud: la resilencia. Esta es la capacidad de recuperarse, saliendo fortalecidos de situaciones adversas.
Por nuestra parte, nos gusta reconocer que el Kintsukuroi y todo tipo de reparación que se asemeje a esta tendencia, se vuelven un símbolo concreto que nos comunica que todo, incluso uno mismo, siempre puede reinventarse y transformarse de forma virtuosa… para mejor ❤️
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